Arturo es buen fotógrafo porque es buena persona, y viceversa. Amabilidad, empatía y humor son su carta de presentación para lograr esa sintonía necesaria con los novios. Una vez que rompe el hielo, Arturo pasa desapercibido para lograr impactantes imágenes cargadas de emociones y sentimiento; fotografías reales, sin manipulación ni dirección, que se distinguen por un marcado carácter estético y una composición brutal.
Su amplia formación como fotógrafo social se complementa a la perfección con su extensa experiencia como fotógrafo de paisaje; esto significa que en sesiones de preboda o postboda, las fotografías espectaculares también están garantizadas.
En el humor, en el amor y en la guerra -por obtener la mejor fotografía- mi compañero y amigo Arturo nunca defrauda.